“Vives”, vallenato con nombre y apellido
La razón por la que Carlos Vives insiste en sacar discos es porque, según dice él, es de la vieja guardia.
Además de querer comunicar mensajes de largo aliento y transmitir emociones que involucren conceptos más allá de la inmediatez, no parece haber motivaciones actuales para concentrarse durante meses en la elaboración de un material que estará sujeto a la aprobación general.
El nuevo álbum que Carlos Vives lanza hoy al mercado discográfico tuvo un largo trasegar y, en realidad, era poco lo que tenía definido el artista desde el principio.
Sabía que el guiño con lo que él llama patrones de los sonidos colombianos debía estar presente, porque, simplemente, responde a una propuesta que surge desde adentro y es poco lo alterable cuando el grito proviene de la entraña.
El número total de canciones que integran Vives, el más reciente disco del samario, es 18. Originalmente eran 17, pero surgió a última hora un homenaje a una comunidad que lo ha acogido durante su rol como entrenador en La Voz México, y dadas las catástrofes naturales que ha padecido ese país en los últimos meses, creyó que era el momento apropiado para emitir un comunicado sonoro lleno de solidaridad. La canción, que por cierto cierra el material, se llama Todos somos México y en ella el colombiano tiene el respaldo del talento de algunos integrantes de su equipo dentro del concurso televisivo.
El vínculo con los mexicanos se consolida también en el tema Todo me gusta, en el que Thalía visita los rincones del vallenato y de la música sabanera bajo la guía y la experiencia de Carlos Vives. La complicidad brilla en este segmento, como también lo hace cuando aparece la canción Los niños olvidados, en el que se destaca el rap de la vallecaucana Cynthia Montaño.
Una temática tan compleja como esa sólo podía emitirse a través de un género que aborda sin tapujos la injusticia social y la marginación estatal.
Para Carlos Vives, el Caribe y el Pacífico están unidos por la música, pero separados por la política y la geografía.
El tono infantil es el protagonista en Vives, gracias a la canción Monsieur Bigoté, una suerte de ronda familiar en la que el artista, además de intentar explorar el francés de manera jocosa, exhibe parte de sus hábitos como compositor.
No es de los que se encierran a elaborar textos suplicando que no haya interrupciones, todo lo contrario, sus hijos y Claudia Elena Vásquez están siempre al tanto de sus procesos creativos y, por eso, para él era esencial que lo acompañaran también en el momento de la grabación.
La mujer en la ventana es la manifestación musical de un suceso del que cada vez aparecen nuevos casos, cada uno más aterrador que el anterior.
En esta canción, Carlos Vives quiso colaborar para hacer mucho más visible la violencia en contra de las mujeres y lo llevó a cabo de la forma en la que él cree que puede ser más contundente: a través del medio musical.
Multiplicidad de temáticas y cientos de géneros sonoros fueron visitados por el artista en las 18 canciones seleccionadas para esta producción.
La balada, el rap, el rock, los elementos urbanos y, por supuesto, el vallenato tienen cabida en Vives.
Incluso, en El sombrero de Alejo hace un serio llamado a la prudencia y plantea que la pureza en la música se está convirtiendo en un elemento en desuso.
Se cuestiona a los jóvenes que hacen fusiones, pero se les permite a los artistas experimentados, como él, realizar aproximaciones libres a partir de elementos folclóricos.
Muchas canciones de Vives ya se conocen y han estado bien posicionadas en la radio comercial y en la atmósfera del consumo digital.
La bicicleta, con Shakira; Déjame robarte un beso, con Sebastián Yatra; Al filo de tu amor, El orgullo de mi patria y, el más reciente, Pescaíto, cumplieron con la misión de abrirles espacio a las que vienen, que a partir de hoy estarán disponible en todas las plataformas.
Con Vives, el artista exhibe que los patrones colombianos siguen teniendo nombre y apellido.
Fuente: elespectador.com