Lionel Messi se ahogó ante el muro vikingo Rusia 2018
Cabizbajo, andando perdido y recogiéndose el flequillo para después soltarlo con rabia. Así caminaba ayer Lio Messi la última media hora por el césped del renovado estadio Spartak. Le alentaban los miles de hinchas del graderío, pero él miraba las jugadas alejado, sin acelerar, rendido.
Finalmente lo intentó por necesidad, pero nunca encontró el camino para sonreír y deshacer el empate.
Le fue imposible descifrar el acertijo que le planteó Islandia y tampoco tuvo ayuda desde la banca.
Argentina era candidato por tener al diez, pero no demostraron serlo y deberán sudar para clasificar incluso a octavos.
La imagen ofrecida es preocupante e insípida. La de un equipo que amasa la pelota con un doble cinco lento y predecible, que facilita la tarea a su adversario y que, además, cuando lo atacan es endeble.
Así se mostró ayer ante el mundo. En el cuarto Mundial de Messi, que inicia por primera vez sin victoria. Y la hinchada está caliente.
Los apoyó al final porque son conscientes de que se los necesita, pero eran continuos los gritos de desaprobación hacia Biglia o Rojo, así como a Caballero, uno de los más señalados tras este empate ante el cuadro vikingo.
Jorge Sampaoli queda muy tocado. Su once, ofrecido el día antes y pregonado como un “un equipo armado” se tambaleó porque prácticamente ninguna de sus decisiones se argumentó durante los 90 minutos.
Solo la más lógica de todas, apostar por el Kun. Mientras, el doble cinco hacía aguas, Rojo sufría en las disputas, el arquero no mostraba seguridad y Di María no desbordaba a la retrasada defensa europea.
Al frente, un elenco que tuvo un plan y lo ejecutó a la perfección. Y sus fanáticos lo sabían.
Festejaron las faltas a favor, los balones desviados de Messi o un saque de banda.
Se tomaron el partido como pequeñas batallas que ir ganando. Y ayer se las llevaron casi todas.
Su conexión con los guerreros del graderío, cuando entonan el famoso ‘auh’, es la mejor demostración de esta comunión que les ha llevado a ser competitivos y uno de los equipos más atractivos de la competición ecuménica.
Sin reacción
Argentina no brilló en ningún momento. Tampoco cuando se adelantó, gracias a una obra maestra del Kun, que se giró en el área para fusilar después con la zurda.
Fue un espejismo. Una jugada aislada en el monótono guion del cotejo.
Además, cuando Islandia dio un paso al frente encontró un tanto rápido en las botas de Alfred Finnbogason, una promesa del fútbol europeo que no pudo brillar en su paso por la Real Sociedad.
El goleador tuvo mucha ayuda. Primero de Caballero, que salió sin sentido y tarde a una pelota dividida, y después de Tagliafico, que no se atrevió a despejar un centro mordido y permitió una segunda acción que acabó en el definitivo tanto de la igualdad.
Un atronador “Messi, Messi” se escuchó en ese momento, muestra clara de que los fanáticos argentinos se encomendaban al ‘D10S’ para ganar. Mala señal.
La solución no puede ser únicamente el crack del Barcelona porque habrá días que no esté acertado y el equipo debe respaldarlo entonces.
Ayer todos giraban y esperan el espacio para dársela a él. Y ayer él no estaba.
Ni siquiera la quería. Le tocó ser decisivo desde el punto de penal, pero lo lanzó con la misma displicencia con la que jugó: lento, a media altura y muy anunciado.
Entonces movió la banca Sampaoli y mejoró el equipo. Banega tuvo mayor claridad que Biglia y Pavón, ultrapoyado por la hinchada desde que corrió a cambiarse la camiseta, más desborde que Di María.
En su primera acción fue derribado en un posible penal, pero ayer nada iba a cambiar esa igualdad que condena a la Albiceleste.
Mucho debe mejorar para convertirse realmente en candidato a esta Copa del Mundo que puede volverse un calvario y el fin de una generación.
Fuente: expreso.ec