FARANDULA INTERNACIONAL

El día que Robert de Niro salvó a Martin Scorsese:

Habían pasado 23 años desde la última vez que Martin Scorsese dirigió a Robert de Niro, en Casino, con Sharon Stone y Joe Pesci.

Se volvieron a reunir en 2017 para la nueva película del aclamado director: The Irishman («El irlandés»), que se estrenará en 2019.

De Niro interpreta a un personaje real, Frank Sheeran, un famoso asesino a sueldo de la mafia, acusado por el homicidio del líder sindical Jimmy Hoffa, personificado en la película por Al Pacino, en su debut con el director.

Junto a ellos estarán Pesci, Harvey Keitel, Ray Romano y Bobby Cannavale.

A semanas de concluido el rodaje del filme que reunió a Scorsese con su actor preferido, vuelve a la luz un episodio olvidado y oscuro su vida. Fue su peor momento, cuando más cerca estuvo de la muerte. Pero salió adelante y, en gran medida, fue gracias a su amigo.

Scorsese pasó demasiado rápido del cielo al infierno. En 1976, con 34 años, llegó al estrellato tras el estreno de la magistral Taxi Driver, su segunda película con De Niro luego de Mean Streets («Calles peligrosas», 1973). Al año siguiente, estrenaba New York, New York, con el mismo protagonista junto a Liza Minnelli.

Tenía muchas expectativas puestas en ella, pero fue un fracaso fenomenal. Marty —como le dicen sus amigos— cayó en una depresión profunda, que formó un cóctel potencialmente letal con el consumo abusivo de cocaína.

«Lo que hice fue comportarme de una manera tal que fuera imposible que me respetaran.

Estaba demasiado drogado para solucionar el problema de fondo», confesó en una entrevista que le concedió al crítico Peter Biskind para su libro Moteros tranquilos, toros salvajes.

La generación que cambió Hollywood.

«Todo era cuestión de forzar la máquina, de ser malo, de ver cuánto podías hacer —continuó—.

Vivir al límite. Si me drogaba de ese modo era porque quería hacer muchas cosas, quería acelerar a fondo, llegar hasta el final y ver si moría.

Eso era lo fundamental, experimentar cómo acercarse a la muerte».

En ese momento de crisis, De Niro se le acercó para tentarlo con un nuevo proyecto.

Le dio una biografía del boxeador Jake La Motta, «Toro Salvaje», campeón mundial de los medianos en 1949.

A Scorsese no lo convencía la historia, o estaba demasiado mal como para ver su potencial.

Sin embargo, comenzó a investigar y se fue interesando cada vez más, sobre todo luego de ver las particularidades de la relación entre La Motta y su hermano Joey.

«Los dos eran boxeadores. Joey era más joven, más guapo, y tenía mucha labia.

A Joey se le ocurrió que podía ser más útil representando a su hermano.

No tendría que recibir golpes, seguiría ligando con chicas y, además, le pagarían.

Y como yo también tengo un hermano, me fue muy fácil conectar con esa tensión.

Me di cuenta de que allí había una película», contó el director.

Sin embargo, aún seguía sometido por su adicción.

Durante una salida en Telluride, Colorado, con De Niro y el guionista Mardik Martin y la actriz Isabella Rosellini, Marty se desesperó cuando se quedaron sin cocaína.

Cegado, decidió aspirar lo primero que le dieron cuando salió a buscar más.

El resultado fue devastador: terminó completamente cubierto de sangre, en estado crítico.

Los médicos que lo atendieron le dijeron que se había salvado de milagro.

En este momento, De Niro le habló como nunca antes. «¿Qué te pasa Marty? ¿No quieres vivir para ver crecer a tu hija, para verla casada? ¿Vas a ser una de esas flores de un día que hacen un par de buenas películas y se acabó? ¿Sabes una cosa? Podemos hacer esta película. Podemos hacer un gran trabajo.

¿Vamos a hacerla o no?», le dijo, según la reconstrucción de Biskind.

Fue un punto de inflexión. Verse identificado en esa pulsión autodestructiva que marcó a La Motta le permitió sumergirse de lleno en el proyecto. Junto a su amigo reescribieron el guión y trabajaron día y noche para hacer la mejor película posible.

 «Me lo tomé muy a pecho. Quise devolver el golpe, como diciéndoles, esto es lo que puedo hacer y no sé si me quedará algo más dentro».

El estreno de Toro salvaje, en 1980, estuvo lejos de ser el esperado.

Le fue muy mal en la taquilla y parecía que iba a terminar siendo un nuevo fiasco.

Sin embargo, con el tiempo, el filme se convertiría en uno de los clásicos de Scorsese y del cine estadounidense.

«Todo dependía de mí —recordó el director—. En última instancia, a nadie le importaba, ni a mis amigos más íntimos.

¿Quieres hacerte el loco? ¿Quieres colocarte en una situación en la que no puedas trabajar? A nadie le importa un carajo.

Y terminas solo. De un modo u otro, te enfrentas a ti mismo.

Como Jake La Motta cuando se mira en el espejo al final de Toro salvaje«.

Fuente: infobae.com