Una fábrica de Quito no da abasto para atender a las decenas de autos que esperan su turno para ser transformados
en acorazados de vidrios oscuros.
Sus dueños pagaron para blindarlos ante la violencia del narcotráfico que crece a la par de la industria de seguridad
en Ecuador.
En su mayoría camionetas de alta gama llegan al taller, donde los trabajadores las desbaratan y refuerzan hasta
el último rincón.
Utilizan materiales especializados para resistir balazos.
A mano y con máquinas, cubren cualquier orificio por el que se pueda colar un proyectil y acabar con la vida del
conductor o sus pasajeros, como sucede con cada vez mayor frecuencia en Ecuador.
La demanda de seguridad crece en el país de 18,3 millones de habitantes.
Políticos de todas las corrientes espantados por las amenazas y los atentados, empresarios que temen ser
secuestrados con fines extorsivos, medios de comunicación, entre otros.
Dado “el nivel de inseguridad que vivimos ahora (…) la gente está buscando esta alternativa”, dice
Nicolás Reyes un fabricante de autos blindados.
Desde hace poco más de un año inauguró su planta de producción en la capital, nuevo foco del terror
que impone el narcotráfico.
Esto, tras años en los que la violencia golpeaba sobre todo al puerto de Guayaquil, en el Pacífico.
“No estamos seguros en ninguna parte, esa es una constante ahora en el país (…)
Depende también de nosotros cuidarnos”, se queja Cristian Bravo, un profesional en comercio
exterior de 46 años. (I)
Fuente: evafm.net – primicias.ec