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Bolivia, tomada por los narcos

Mafias brasileñas, mexicanas y colombianas ocupan territorios de Bolivia

 en combinación con seguidores de Evo Morales

dedicados a quemar bosques y ampliar los cultivos de coca.

Ocho miembros del paulista Primer Comando da Capital (PCC) fueron asesinados

en los últimos dos meses en Bolivia ya sea por ajustes de cuentas dentro de la organización

o por sus rivales del carioca Comando Vermelho.

Los brasileños tienen tierras en el Chapare, donde manda Morales, pero también tienen fábricas

según dice el diario Página Siete, fábricas ubicadas en parques nacionales próximos a la frontera sur

de Bolivia con Brasil.

 

El pueblo fronterizo de San Matías se ha convertido en la versión boliviana de la ciudad argentina de Rosario

 o de la mexicana Ciudad Juárez por la cantidad de muertos que dejan las peleas entre los narcos.

 

Los mexicanos se ocupan de controlar pueblos de la geografía del narcotráfico, los brasileños aspiran a lograr

un monopolio dentro de Bolivia y los colombianos actúan en los parques nacionales.

Una especie de OEA del narco.

 

Todos ellos amparados por una política permisiva de parte del gobierno, que alienta a los asaltantes de tierras

y mantiene sin operar los trece radares comprados en 2015 por 225 millones de dólares.

 

Cientos de avionetas operan libremente en alrededor de un millar de pistas de aterrizaje, por costumbre llamadas

“clandestinas” aunque todos saben dónde están, para llevar la droga a países vecinos.

 

Con Argentina tienen la ventaja de que allí tampoco opera un centro de radares cerca de la frontera desde que el

gobierno de Alberto Fernández desmanteló el que el gobierno de Mauricio Macri había instalado en Tartagal, Salta.

 

El gobierno boliviano aplica una política de amistad y colaboración con los narcos de los países vecinos

 quizá con la intención de crear una confederación.

 

Acaba de autorizar el funcionamiento en La Paz de un mercado ilegal de la coca, donde se vende la hoja producida

en zonas ilegales de Bolivia, pero también la procedente de Perú.

 

Los incendiarios de bosques operan, cuando los árboles han sido quemados, con maquinaria pesada que los arranca de raíz

antes de entregarlos a los ansiosos cocaleros.

Todo está coordinado con la migración de cocaleros que llegan de Chapare, o de más lejos, que han de recibir papeles de

propiedad de parte el Instituto de Reforma Agraria. (I)

 

 

Fuente: evafm.net